|
|
EL BOREAS - Vida después de la muerte
Un texto de Ramón Verdaguer
|
Cuando una noche del verano de 1985 el proyector de una lancha de la Policía de Aduanas Española iluminaba al viejo buque, frente a las costas de Bagur (Girona), se cerraban casi 60 años de navegación y singladuras para el viejo titán.
En su interior se encontraron 600 Kg. de hachís, lo que quedaba del alijo original que no había sido descargado todavía.
|
Nacido como “PELLWORN”, empezó desarrollando labores de remolcador de altura para la Kriegsmarine (Marina de Guerra) Alemana y combatiendo en la 2ª Guerra Mundial, de la que salió con graves daños estructurales y capturado por los aliados.
Rebautizado como USN-102, entró a formar parte de la Marina de Estados Unidos como buque de transporte hasta 1960, año en el que fue recomprado por la Marina Alemana, pasando a desempeñar funciones como dragaminas en la Escuela Submarina de Wilhemshaven hasta 1980. Destinado al desguace, en el último momento fue adquirido por una sociedad panameña que lo rebautizó como “BOREAS”, el nombre griego del viento del Norte. Aunque la empresa manifestó la intención de destinarlo a labores de prospección para diversas empresas petroleras, en realidad se le destinó a labores de narcotráfico.
Tras su captura, fue atracado a un muelle del puerto de Palamós y abandonado a su suerte. A finales de 1988, dos centros de buceo locales lograron el permiso y su cesión para ser hundido y reconvertido en nuevo hábitat submarino. El lugar escogido fue la Llosa de Palamós, a menos de una milla de la bocana del puerto. Despojado de puertas, cables y elementos peligrosos, el Boreas fue hundido a -30 metros, cerca de la base de La Llosa, con la proa apuntando al puerto.
Hoy en día, el antaño buque contrabandista redime su pena como fantástico refugio para la fauna local y lugar de buceo preferencial para todos los amantes del buceo en pecios, ejemplo visitable de vida después de la muerte.
El buceo en pecios se caracteriza por la "soledad" del buzo:
tendemos a disparar nuestra imaginación, agudizando la sensibilidad y abriendo una ventana el interior de nuestras emociones. Todo naufragio, toda nave hundida, supone un fracaso, la caída de un titán impregnada, a veces, por el olor de la tragedia, pero también constituye una fuente de vida, un nuevo hábitat para innumerables especies que encuentran refugio y sustento entre los restos, acuario para nuestros ojos y diana para nuestras cámaras, catalizador de recuerdos y de emociones...
Una buena forma de empezar un buceo en un pecio es informarse de todo lo referente a él. Su cargamento, su pasaje, su tripulación,...todo ayudará a alimentar a nuestra imaginación durante la inmersión. En nuestro caso y una vez conocida su historia, vamos a visitarlo, pero antes recordar que este tipo de buceo está reservado para buceadores con un nivel mínimo de Avanzado o 2 Estrellas, dada la profundidad que se puede alcanzar.
|
|
El Boreas descansa ligeramente recostado en el lado de babor, en un fondo arenoso próximo a la Llosa de Palamós. Este traidor bajío, frente al puerto, ha sido a lo largo de la historia el verdugo de innumerables embarcaciones que intentaban refugiarse. La sonda actual (-4 m.) es fruto de varias voladuras para aumentar
la profundidad de este conjunto rocoso que desciende hasta los –40 m. En su base, los diversos restos de naufragios son el mudo testimonio de su destructiva labor.
El Boreas está señalizado por una boya, amarrada a la parte superior del puente, situado a –16 m. de profundidad. Antes de sumergirnos siguiendo esta línea de amarre conviene recordar que los buceos en pecios, por lo general, presentan un perfil cuadrado y fácilmente se llega a saturación, por lo que tendremos que prever ésta y tomar las medidas necesarias (planificación de la inmersión, revisión de la curva de seguridad, aire suplementario, lastre, etc.). En verano, la visibilidad de la zona permite ver al barco en su totalidad, facilitando la orientación y el retorno al cabo de ascenso. Sugerimos llegar al puente, descender por uno de los costados hasta la popa, donde hallaremos la hélice, a –32 metros, reposando en un banco de arena.
Fijados al casco encontraremos gran cantidad de organismos sésiles (espirógrafos, moluscos, etc.) así como una importante presencia de nudibranquios que harán las delicias de los amantes de lo “macro”. Ascenderemos por el otro costado para visitar las bodegas, refugio de brótolas y de algún congrio, aunque a éstos los encontraremos (y de gran tamaño) en la sala de máquinas, que alberga a un único motor. Allí, el magnífico ingenio de 800 H.P. está guardado por numerosos congrios (hembras; recordemos que los machos de la especie viven a profundidades superiores a los –700 metros y sólo ascienden para aparearse. Los podríamos definir como los perfectos “rodríguez”).
En invierno y principios de primavera no es extraño encontrar algún bogavante y numerosos ejemplares de langosta.
Seguiremos ascendiendo para visitar el puente de mando y los pasadizos de cubierta, donde bandadas de espáridos (sargos, mojarras, etc.) deambulan por las aguas cercadas por la estructura y finalizaremos la inmersión ascendiendo por el mismo cabo que utilizamos para bajar. Echaremos de menos a la chimenea, arrancada por las redes de un arrastrero y privándonos del perfil completo del viejo buque. Una parada a –5 metros de, como mínimo, 3 minutos es obligada antes de emerger y, en todo caso, seguiremos las indicaciones de nuestros ordenadores de buceo y el plan de buceo previamente acordado.
Texto: Ramón Verdaguer
Fotos: José Ángel Ribas
|
|
VOLVER
|
|
|
|